¿What would happen if the kingdom of words faded away?
Extrañamente lo escribo en inglés. Más allá de mi nacionalismo, patriotismo y antiimperialismo, este idioma me resulta peculiar. Tiene un modo distinto de decir las palabras. Recuerdo que mi profesora de Literatura me decía que para Borges "Moon" era más romántico y más significativo que "Luna". "Moon" más que expresar "una imagen de", era "la escencia de".
No me malinterpreten, amo al Castellano, es una lengua hermosa. Lo que digo es que otras lenguas guardan otro significado en las palabras así como también nuestro propio idioma.
En mi tercer año, además de haber tenido el privilegio de conocer a Borges y a Cortázar por primera vez, leí una obra que provocó un cambio en mí. Se sabe que hay situaciones que son únicas, que son trascendentales. "Ciudad de Cristal" de Paul Auster fue un giro rotundo en mi pensamiento literario y filosófico. Un mundo de cristal, una prisma múltiple, una habitación de espejos. Y además me acercó al mundo de las palabras por otro camino que jamás había transitado, un camino antes vedado, es por eso que hoy escribiré las próximas palabras, si mi reflexión lo permite claro está.
-¿Qué sucedería si el Reino de las Palabras entrara en el Ocaso? -eso me preguntó él.
Su mirada estaba perdida en las centenares filas de los libros de la biblioteca. La Catedral de las Palabras, como yo solía llamarle, era un amplio recinto que evocaba sin dudas en mí el aspecto a las gloriosas Minas de Moria que antaño habían construido los Enanos, Khazad Dum. Imponentes columnas de ígnea y negra piedra sostienendo un techo extrañamente invisible, sinuosos caminos recorriendo las entrañas de la montaña, recónditos lugares inexplorados. Sin dudas la Catedral de las Palabras tenía un aire similar.
Recuerdo que la primera vez que la pronuncié en la cama de la habitación de Tomás, con él a mi lado acariciando con sus manos mi lacio cabello, se rió estridentemente. Esa sonrisa pura inundó, como el primer instante en que la conocí, el lugar. Pura, rebelde e incluso un poco insensata, como la de un niño. Entonces, sentado sobre sus rodillas me dijo que esa palabra era digna de "La Sombra del Viento", que no la plagiara. Recuerdi que rápidamente me ofuzqué, le retiré la mano violentamente, me levanté de la cama y lo miré ceñuda a los ojos.
- Quizá haya mucho del Cementerio de los Libros Olvidados en mi mente aún. Y la Catedral tiene mucho de él también.
La conversación quedó allí en suspenso y no volvimos a retomarla. En parte porque yo no querría que Tomás se ríera de vuelta y, en parte, porque en ese momento salí airosa de la habitación. Situación que luego derivó en que Tomás me apodara por varios meses "Vendaval de Verano" para mi bochorno y deleite de amigos y de anécdotas.
Sus palabras me tomaron completamente por sorpresa. No era que no fuera común que él hiciera esos comentarios, pero estando inmiscuidos en la investigación y búsqueda de datos sobre el derrocamiento de un presidente me pareció completamente absurda y fuera de lugar. Además, estando en la situación que estábamos (debíamos entregar el trabajo en menos de 48 horas y no habíamos empezado siquiera la introducción) no teníamos tiempo de aventurarnos en ninguna charla fantástica o filosófica de ningún tipo.
- Tomás, el trabajo. ¡Dejá de fantasear, querés! Andrea y Javier van a enojarse si no adelantamos esto y con razón... ¿Me pregunto dónde estarán?
- Seguro pararon en alguna esquina sigilosa, ya sabés... -una mirada y sonrisa socarrona impregnó su rostro.
- ¡Dejá de decir pavadas, querés! Si Javi se espanta con cada insinuación de Andrea... -volví a enfrascarme en el grueso libro de páginas amarillentas para buscar datos de la relación que hubo entre las empresas petroleras y el golpe de Estado.
- No sé cuánto tiempo Javi aguantará las insinuaciones, es muy tímido pero... de la líbido nadie es dueño -y otra vez río pícaramente provocando que yo me despistara de mi lectura y ríera para mis adentros.
- Aparte, todavía no contestaste a mi pregunta -su tono había cambiado. Levanté la cabeza, él se había recostado sobre la silla y comenzó a hamacarse sobre sus dos patas traseras con los brazos entrecruzados. No tuve otra alternativa que dejar la lápicera en la mesa y olvidarme temporariamente de fechas, entrevistas y personajes y enfocarme a la pregunta que no puedo negar me interesó en demasía.
- Entonces, los hombres encontrarían otra forma de comunicarse -resolví rápidamente, aunque a sabiendas que Tomás no quería ese tipo de respuesta. Se refería a otra cosa... un algo más profundo... una pregunta digna de una ronda de mates a las 3 de la madrugada en casa de Fabián con Juli tocando la guitarra y cantando algún tema de rock nacional.
- No seas tarada, querés -volviendo la silla a posarse en todos sus miembros haciendo un ruido seco que espantó a las palomas que se posaban en el alférez de la ventana y sonzacando una furiosa mirada de la biblotecaria.
- Y vos querés hacer menos ruido, que nos van a hechar de la biblioteca -le respondí.
- Está bien, está bien. Pero me sacás de quicio cuando no tomás en serio lo que yo digo.
- Es lo que hacés vos siempre, un poco de tu propia medicina no te vendría mal -le contesté arqueando una ceja.
Resopló un poco, iba agregar algún comentario pero se contuvo. Lo conozco. Estoy segura que pensó que podríamos estar mucho tiempo diciendo vanalidades (obviamente de forma correcta) y él quería hablar del tema en particular. Preferible callar a perder el hilo de lo deseado, solía decir mi padre... ¡Cuánto lo extrañaba!
- Bueno. La cosa es que viendo todos esos libros, observando esta colosal estructura -señalando los añejos y jóvenes tomos de papel y luego abriendo sus brazos en un gesto de abarcar el espacio- me asaltó eso. ¿Qué sucedería si el Reino de las Palabras entra en Ocaso? ¿Qué sucedería si las palabras perdieran significado, si indicar "x" fuera indicar "y", si ya no pudiera expresarse las opiniones a través de la tinta o la voz?
Terminó la frase en un tono bastante alto como si sentiera ofendida por esa expectativa o hipótesis tan ingrata. Sin embargo, no era sólo indignación. Había un dejo de temor que había escuchado en él varias veces antes. Un temor casi palpable, un temor que ahoga, que amordaza, que apaga, que silencia.
Quise responder pronto, pero no encontré palabras como si realmente las palabras se hubieran Perdido. Perdido. Perdido. Repetí varias veces más esas letras. Me encontré de repente mirando hacia un pasillo oscuro que nunca había visitado... Era extraño, era distinto a los demás pasillos, era cómo decirlo... hipnótico. Verlo era como mirar a través de un velo. Como ver sin ojos. Era sentirlo, presenciarlo, investirse.
- Entonces, todo estaría perdido -murmuré.
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Nota: Bueno, hoy (Viernes 17 de Agosto) volví a releerla, perdón a los que ya la leyeron por los errores gramáticales y ortográficos que sólo una releectura pueden subsanar... qué extraño [o no tanto] mi mente engañándome. Tomás, es verdad, primero pensé en llamarlo Miquel pero descarté [no rápidamente] ese nombre y, sin embargo... lo escribí en el primer párrafo. Su nombre salió escrito antes que el de Tomás... ¿Anécdota? ¿Azar o destino?
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